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Channel: jimarino – LOS PERROS DE LA LLUVIA
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cinco itinerarios para una novela futura

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         El tiempo transcurre muy rápido, tanto que a veces uno no percibe la dimensión de los años, sus ecos impredecibles y esas reverberaciones inesperadas, la medida de las experiencias y vidas acumuladas en cada uno de esos períodos de trescientos sesenta y cinco días que cayeron uno tras otro, ahora tan fugaz y lejano su sentido, desde hace poco aún más, incansables despliegues de mariposa dejando una presencia insignificante, algo demasiado cotidiano y frágil, en ocasiones doloroso.

             Hace dos años, tal vez algo más de lo que pienso, de modo inconsciente, nacieron estos Cinco itinerarios para una novela futura. Primero con Bolaño, por supuesto, en un texto muy lejano en la memoria, lleno de aquel regreso a la literatura que desde 1995 había abandonado, cumpliendo a conciencia ese aire de Bartleby enfebrecido, hastiado y melancólico, tal vez perplejo ante la vida nueva. Quizás fuese Bolaño y aquel texto, Instrucciones para la literatura salvaje, lo que me concedió otro lugar, otro ánimo. Él y su poema sobre Perec a su vez. Yo había paseado como Roberto de la mano de esos niños de letras día tras día sin saber qué hacer, y entonces leí ese breve poema: Un paseo por la literatura, y me hizo escribir, de otra forma, alejarme de ciertas obsesiones que debían desaparecer, encontrar la senda que justificase la razón por la que seguía creyendo en el futuro de la novela y en la historia de la literatura. Esa breve introducción al mundo de Bolaño se hizo algo más amplia, y aún así, me parece el texto más cercano y sencillo, más que el resto, aunque sea el último paso del itinerario, tal vez el más difícil de comprender y expresar.

         Gracias a Bolaño descubrí Shangrila, esa revista maravillosa que desde hacía varios años mantenía un proyecto cultural sólido y atractivo  en torno al cine y la literatura. Colaborar con ellos, o mejor, que me invitaran a hacerlo, supuso recuperar la antigua pasión de ser editado que entre 1989 y 1995 se convirtió en una parte de mi vida fundamental, y que luego quedó sorda, inútil, convertida en un prolongado silencio consciente y voluntario, casi empecinado, que sólo determinadas circunstancias, a partir del año 2006, dejaron exhausto y sin sentido para recuperar alguna luz posible.

      Cinco itinerarios para una novela futura sólo podía editarse con ellos, en Shangrila ediciones, por muchas razones. Tal vez porque aquel texto de Bolaño terminó en las páginas literarias de su revista, porque de repente me sentí en una casa, en un hogar del que voluntariamente me había despedido tantos años atrás, sometido a una presión vital y a un exceso que necesitaba de otro aliento. Eso fue, o al menos es lo que creo. Instrucciones para la literatura salvaje fue el comienzo.

         De forma desperdigada, una o dos veces al año, los textos sobre novelistas y poetas contemporáneos fueron provocando esa extraña pulsión narradora, construyendo en silencio ese libro que guardo todavía con algunos capítulos por concluir, Vidas de papel, esbozando los cuatro itinerarios restantes entre toda esa maraña de lecturas y vivencias acumuladas. Cada autor un periodo de mi existencia; primero la lejana juventud a estas alturas, la magia de aquellos mitos iluminadores que flotaban en el recuerdo; después las relecturas que desde el 2008 acumulaban fantasmas y nuevas visiones como si esta edad que llega, los cuarenta airosos, y este rostro que sobrevive y esta voz que no termina nunca de apagarse, tratara de recuperar lo esencial, reuniera fuerzas para expresar esa energía, esa queja, rastreara interminable entre la vieja memoria y las antiguas literaturas engullidas.

        Cuando en el transcurso de las navidades del año 2010 y los inicios del 2011 Los milagros de Dostoievski puso a prueba mis nervios, no sólo por la lectura febril de Fiodor, sino por la dificultad de afrontar con dignidad a un autor de semejante envergadura, por ese acompañamiento tolstiano que me vi obligado a cumplir para hallar un espejo donde comparar su valor o sus ideas con garantías, esa especie de supervisión desde la literatura del otro, comprendí que esos cinco itinerarios escritos; Instrucciones para la literatura salvaje, Roberto Bolaño; Richard Ford y la literatura norteamericana, de la mano de Richard Ford; La montaña mágica: una novela de Europa, con Thomas Mann y El Tiempo literario y la memoria, a través de En busca del tiempo perdido de Proust, no habían sido otra cosa que un ejercicio de lectura convertido en escritura destinado a buscar lineas de fuga hacia el presente, un intento de actualizar aquello que me fue tan útil en las primeras décadas de mi vida, un ajuste de cuentas con un tiempo y una existencia que se me antojaba perdida, naufragada en un mar agitado de voracidad y confusión. En definitiva, se trató de rastrear un horizonte de la literatura futura desde el pasado, buscar los elementos que debía guardar en su seno la novela para seguir ofreciendo esa verdad deliciosa y placentera, de una belleza estética deslumbrante, ese lugar de sabiduría que durante siglos había acompañado a la humanidad como un acto de inteligencia y civilización.

      Todas mis premisas para cada uno de los itinerarios que se separaron del resto de Vidas de papel, un libro tal vez más literario y menos ensayístico, aunque todo lo que escribo termine por convertirse irremediablemente en literatura, no expresaban más que un agudo temor ante la extinción, el esfuerzo de un lector lleno de fe como yo por hallar lo perdurable de la novela, aquello que mantiene su vigencia a pesar del mundo en el que vivimos, eso que hace de cada libro un acto nuevo y al tiempo lleno de tradición, una profundidad humana y espiritual fabulosa por encima de otros ocios inocuos y otras artes; eso que me sigue sirviendo, a lo que me costaría demasiado renunciar.

        Podrá reprocharse a Cinco itinerarios para una novela futura -y eso es algo que asumí desde el primer momento en que escribí en marzo del 2011 el prólogo, al comprender la unidad del recorrido- cierta subjetividad, o una insistencia en el gusto, pero al afirmar el motivo del libro en esa breve introducción, la que inicia la obra, creí ser capaz de sostener con argumentos, con cierta lógica, la pasión con la que había leído y releído las novelas de cada uno de esos cinco autores que conforman el texto, y sobre todo sus ramificaciones constantes e inevitables hacia mi presente y el futuro de la literatura y el mundo. Había hallado la cartografía en la que se sostenía todo ese periodo, parte de mi juventud, hasta esa temida madurez que, al final, no era para tanto. Y en esos itinerarios se hallaba además toda la esperanza y la fe en la supervivencia de la novela, en todo aquello que seguimos considerando ineludible y delicioso de este arte antiguo.

           Para el lector habitual de Los perros de la lluvia, la orientación de los cinco textos que conforman el libro será familiar. Notas y líneas narrativas, autobiografía, ficción y obsesiones a veces, de esa literatura que sigue iluminando pasajes de lo humano, rescatando esas hojas muertas que caen de los árboles en los bosques de libros, palpitando de vida y palabras, que construyen la convivencia y la resistencia de los hombres ante la historia, con sus silencios y sus ecos: eso buscaba, eso quise hallar en cada uno de esos nombres y lugares de la historia de las letras donde creo que vale la pena detenerse para coger impulso.

        Cinco escritores y sus reflejos literarios, más de cien autores mencionados en las páginas del libro; un homenaje a Tolstoi y al siglo XIX literario en Los milagros de Dostoiesvki, también a Balzac, Stendhal, Dickens, Henry James, Herman Melville y Gustave Flaubert; un recorrido por la memoria literaria a través de En busca del tiempo perdido de Proust, con Joyce y Kafka de fondo y Vargas Llosa y Onetti como maestros de ceremonia en El tiempo literario y la memoria; una historia de la decadencia de la cultura europea, con Thomas Mann rodeado de los espectros de Jorge Luis Borges, William Faulkner y Samuel Beckett, en Una novela de Europa; una historia necesaria de la literatura norteamericana en el siglo XX contada de la mano de Richard Ford y su trilogía de Frank Bascome en Richard Ford y la literatura norteamericana; y una cartografía de futuro construida con los huesos literarios de nuestro querido Roberto Bolaño en Instrucciones para la literatura salvaje.

       Espero que les guste. Este país tiene ese hálito de las viejas venganzas impregnado en su sangre, y la cultura, por razones enconadas y áridas, se desangra en un sordo y prolongado suicidio provocado. Comprar el libro supone no sólo leer esos cinco itinerarios que rastrean el futuro de la novela y sus posibilidades todavía a mi juicio abiertas y vigentes, sino colaborar con una editorial independiente, valiente y llena de un profundo amor por la cultura literaria y cinematográfica.

     Tanto en los distintos links disponibles en esta pagina, como directamente en la web de la editorial                  http://shangrilaediciones.com/pages/bakery/swann-libros-1-66.php pueden adquirir el libro. Los puntos de venta físicos en los que se puede encontrar Cinco itinerarios para una novela futura se detallan en la página web de la editorial                                http://shangrilaediciones.com/pages/puntos-de-venta.php

                  Mientras tanto seguiremos por aquí, últimamente he brindado en abundancia con Marguerite Duras. Pronto dejaré sus sombras de letras en esta desvalida cartografía: me he enamorado de ella.


Archivado en: filosofía, General, literatura

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